El tiempo perdido

Hay veces que sientes la necesidad de hacer algo y no conoces el porque.

No es este el caso. A mi me han sobrado razones desde el primer momento.

Desde luego hay dos muy especiales, por un lado el estar soportando durante muchos años la mentira sembrada por algunos partidos políticos, que quieren hacer creer a todo el mundo que los años cincuenta y sesenta fue un periodo terrible, en el que todos estábamos muertos de miedo con un gobierno terrible. Es mentira, fue una época, con sus polvos y sus lodos, pero exactamente igual que en todas partes y, lamentablemente para la actualidad, infinitamente mejor porque teníamos trabajo, podíamos comprarnos un piso, podíamos ir por la calle con tranquilidad, etc. ¡Pero era una dictadura! No podiamos votar. Pues a mi, viendo para lo que vale lo que yo he votado actualmente, ¡me importa una patata frita!

Por otro lado está la gente. Las personas solamente mueren cuando todos las han olvidado.¿Cómo voy a dejar que la gente a la que amé, que tuvieron unas vidas más interesantes que los personajes inventados actualmente para unas historias sin pies ni cabeza, desaparezcan? Estas historias, plasmadas en los libros, servirán para que algunas personas , quizás mientras se toman un vasito de horchata con fartones, resucite en su imaginación, a mi padre dando su vida por unos ideales anárquistas, pero olvidándose que tenía familia, o de mi tío Luis, sin ideales, pero que logró dar trabajo a más de veinte personas, montando una fábrica de muebles, con el dinero que sacó dejando que le partieran, muchas veces, la cara en el ring. No pueden morir, y hay otros que tampoco han de ser olvidados como Zapatones, una bestia comunista, que mataba a los que le llevaban a patadas en la cabeza, simplemente con las terribles acusaciones de ser una monja, de vivir mejor que el, de no ser “rojo”...tampoco se han de olvidar, aunque esa falsa memoria histórica actual, que su única misión es dividirnos, se hayan olvidado de incluirlos.

Pero también me encanta el poder mostrar los sitios. Quizás cuando alguien pasea por la calle Jesús y pasa por delante de una casa que sobresale. A lo mejor se sorprende y piense que quizás se equivocaron con las medidas, pero no, esa finca tiene mucha historia, como quizás la finca de usted. Historias que se pierden en el olvido y que tienen su morbo. Esa casa se construyó unos meses antes de que se le diera a la calle Jesús las nuevas medidas de ancho, y todavía tiene algo más de historia si sabemos que enfrente, a la entrada de la estación, había otra finca y mis abuelos vivían en ella. Decidieron cambiarse a esta del 90 (entonces) y a los pocos días la antigua se derrumbo. Por poco conservaron la vida. Cada piso tiene su historia, cada familia tiene anécdotas más interesantes que las de esas telenovelas sin gracia ni interés. Basta con que lo busquéis y al encontrarlo lo contéis en unas páginas que servirán para ampliar la historia, pero con dramas y alegrías reales.

Pero todavía hay otro motivo que me lleva a conservar historias. Estoy muy arrepentido. Lamento haber dejado escapar historias que se esfumaron delante de mi porque no comprendía todavía en mi corta edad, lo importante que podían ser para mi y para las personas a las que les les preguntara sobre sus historias. Perdí el haber entrado en el solar de la estación donde había un refugio de la guerra. Perdí el haber pasado horas escuchando las historias que seguramente me hubiera podido contar mi tío que fue campeón de boxeo en Europa. Perdí historias antiguas de mis abuelos, de novios (lo dudo) de mi madre cuando era soltera, De mi tío con su dúo musical con sus canciones Hawaianas...Ahora ya es tarde perdí el tiempo en cosas que no lo merecían y ya es tarde para cosas que fueron muy importantes. Tengo miles de historias, pero he perdido millones.






Comentarios

  1. Creo que no has perdido nada si todavía vive en tus recuerdos.

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